jueves, 23 de julio de 2015

Acostarse


Me acerco al borde de la cama.
Por esa ventana sin persianas se filtra un poco de la luz de las farolas de la calle, que borra la noche haciéndola penumbra.
Así, la silueta de tu pelo se dibuja como a carboncillo.
Quedo quieto, de pie, velando un rato tu sueño. Me gusta mirarte. Al rato me desnudo en silencio y busco un hueco bajo el edredón, juntándome a ti.
Paso el brazo por encima de tu cintura, estiro el cuello oliendo tu pelo y, tras rozar con los labios tu mejilla, te susurro un buenas noches y un te quiero en el oído.
Y al apoyar de nuevo la cabeza en la almohada, aunque no puedo ver tu rostro, siento que sonríes.


Te acercas al borde de la cama.

En esta casa sin persianas, los párpados, cerrados en mi duermevela, no me dejan sentir la poca luz que viene de la noche amarilla de farolas de ciudad. Te espero, acostada de lado, dándote la espalda. Noto tu quietud y tu mirada. Al rato, llega a mí el sonido del roce de la ropa al desprenderse de tu piel y el contraste del calor de tu cuerpo al arrimarte, con el frío que se cuela por el hueco del edredón que levantas despacio.
Posas el brazo rodeándome la cintura. Me rozas con un beso la mejilla y con un te quiero los oídos.

Y cuando retiras la cabeza, dejándola caer sobre la almohada, no puedo evitar que se me escape una sonrisa.


3 comentarios:

  1. Al leerlo es como sí se notase esa luz de farola que se cuela por la ventana. Y se despiertan los cinco sentidos....
    PRECISO

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