Así empieza una estrofa de la canción de Navidad de José Luis Perales.
Esta noche mágica de Reyes me toca que sea noche de hospital aunque,
este año, muy blancas no están siendo las navidades. Esta mañana me he
cruzado a los Magos por un pasillo. De la planta de Pediatría ha salido
una niña tras ellos, en su búsqueda, vestida con pijama, tirando del
brazo de su abuela.
–¡Quería pediros una cosa!
El rostro
de la niña mostraba reverencia y respeto, y tenía que esforzarse para
que se oyera su voz. Los magos la escuchaban con atención.
–Dinos –dijo Melchor.
–Que esta noche los regalos, que no los llevéis a Logroño, que los traigáis aquí a Fuenlabrada.
Por el rabillo del ojo pude ver la sonrisa cariñosa, tierna y triste a la vez de la abuela de la niña.
No quise decir nada, pero yo he visto llegar a los Magos a Logroño.
Venían en helicóptero. Atravesaban volando toda la ciudad y aterrizaban
en el campo de fútbol de Las Gaunas. Después, en una limusina, recorrían
las calles hasta El Espolón. Desde allí, subidos al escenario del
quiosco de la banda de música, saludaban a los niños. Esta noche tienen
que volar hacia aquí. Estaré atento por si oigo el batir de las aspas
del rotor cuando se posen en el aparcamiento. Ahora hay sitio. Los
coches de los que quedamos de guardia ocupan poco espacio.
Andamos todos con prisas en estos días. Resulta divertido quedarte
parado en mitad de las prisas de los demás y observarles. En la planta
de juguetes de El Corte Inglés, por ejemplo. Entonces, aprecias que hay
mucha gente que zigzaguea y dribla entre los expositores con el teléfono
pegado a la cara. Llegan retazos de sus conversaciones.
– ¿De qué color lo quería?
– ¿Cómo se llamaba la muñeca?
–Creo que voy a cogerle un Yoda de peluche.
Todos los del teléfono en la oreja son hombres, y me río porque yo he hecho lo mismo o estoy a punto de hacerlo.
Tengo una sonrisa en el corazón mientras escribo, porque me estoy
acordando de la magia de todas y cada una de estas noches y, en
especial, de estos últimos años.
El año pasado la magia vino en
una bolsa grande de tela de rafia de cuadros azules y tenía nombre de
mujer. El anterior, en la sonrisa de un bebé que lograba zafarse por fin
del respirador y de la muerte. En el otro más atrás…
Siento la
ilusión de saber que esta noche también habrá magia y me tocará de
cerca, aunque aún no sé cómo. Eso la hace más mágica aún.
Por ahora lo único blanco que hay en esta noche de hospital es mi bata. Y mi amiga, esa que viste con capa oscura que le cubre el rostro, no anda por aquí. Solo he visto una estrella y… ¡Espera! ¡Se escucha un ruido! Como las hélices de un helicóptero… ¡Ahora vuelvo!
Feliz Noche de Reyes.
Solo he visto una estrella y… |