domingo, 7 de febrero de 2016

Viva Rusia


Salgo a informar a la familia del paciente al que acabo de operar de una hernia. Es un hombre al que va a hacer un año que operé de un cáncer de colon. De eso está bien. Se ve que tiene confianza en mí y me ha pedido que sea yo quien le opere ahora de una hernia inguinal que le ha aparecido hace unos meses.

La sala de espera es como un bar cuando no hay partido. A la hora del vermú. Abarrotada de gente que habla en voz muy alta. Ruido. La sala de espera tiene mucho ruido. Debe de ser que los españoles ahuyentamos el miedo haciendo ruido. Has de repetir los nombres de los pacientes varias veces por la megafonía y pedir silencio. A lo mejor, deberíamos poner fútbol, igual que a los niños se les ponen los dibujos en la tele para que se queden quietos callados. Si eso no funciona, servir vermú.

Esta vez no me ha hecho falta gritar. Está su mujer. Me reconoce en cuanto asomo la cabeza por la puerta. La invito a pasar al cuarto en el que informamos a las familias. En otros países del norte de Europa no se informa a las familias. No es costumbre y probablemente no sea legal. El paciente y sus problemas son suyos, no de terceros. Será él quien informe a quien le dé la gana y de lo que le parezca. Al fin y al cabo, es su salud y es su vida. En España, no. Somos una sociedad hiperprotectora –me  dice el corrector del Word que esta palabra no existe, pero vaya que sí–.

"Viva Rusia" es el "grito de guerra" de David de Jorge, un tipo muy divertido, que hace un simpático programa de cocina en televisión que se llama "Robinfood". Cuando yo era bastante pequeño, teníamos una "cancioncilla de guerra", más que un grito, que rezaba "Viva viva Buda; churrimini westinghouse". Pero Buda es más de la India, y eso queda un poco lejos de Rusia. Aunque no tanto...

La página del blog tiene unas ventanas en las que te informan de las “estadísticas”. Allí puedes ver cuántas veces lo han abierto, qué publicaciones y dónde. Hay algo de magia en esto del Internet. En un apartado, sale un mapamundi en el que se colorean de verde los lugares en los que te leen. Cuanto más lecturas, más intenso es el tono del color. Me hace gracia ver que tengo lectores en países lejanos. Eso lo da la globalización. Algunos, deduzco que son amistades del Facebook o familiares y amigos que residen por allí. Otros ¡vaya usted a saber!

Esta mañana me he metido en ese apartado después del café y –¡oh sorpresa!–, en el último mes me ha leído tanta gente en Rusia como en España. ¡Cincuenta y seis entradas desde Rusia! ¿Pero quién coño me leerá a mí en Rusia? Pues nada, que voy a hacer como en la radio: “aprovecho para saludar desde aquí a mis lectores rusos”. Y, de paso, a todos los demás. Y daros las gracias. Supongo que si me leéis es porque os gusta. Yo no me gano la vida con esto. Es un entretenimiento (a veces, una necesidad). Pero me alegro de que haya gente a la que le guste lo que escribo.

Volvamos a la sala de espera del quirófano.

Pasa la mujer, cierro la puerta y se abre el silencio. Le cuento. Todo ha ido bien. Le explico las recomendaciones. Hay calma en su rostro. Es algo rutinario esta vez, nada grave.

Cuando la acompaño de nuevo hacia el ruido, se gira hacia mí para despedirme y, esbozando una media sonrisa, termina su adiós con –“y siga escribiendo, doctor…”

Se ve que también me leen más cerca. 
Pues la he obedecido.