—He venido a buscarte. Si no quieres venir, no hace falta que
te escondas. No te voy a llevar a la fuerza.
—¿Puedo acaso decidir?
—Por supuesto. Todos deciden. Nadie se viene conmigo si no
es su deseo. A nadie me llevo. Todos me acompañan.
—No es eso lo que parece.
—Porque es una decisión que nadie comparte. Es un diálogo
entre cada ser y yo. Es un sí que solo yo escucho. ¿Acaso tú no estás
decidiendo?
—¿Lo estoy?
—Lo estás. He venido porque me has llamado. Llevas meses
llamándome. Tratando de poner tu alma en paz y de dejar tus asuntos resueltos.
Cada vez que has sentido mi presencia es porque la estabas reclamando. No
porque yo te estuviera rondando. Y ahora que me tienes delante me estás
diciendo sin decirlo que aún no estás preparado. Que te dé más tiempo. Yo no
tengo que darte nada. El tiempo es tuyo.
—¿Me pasa eso siempre con las damas? ¿Que en el último
instante reculo?— Y le hago un guiño a La Muerte. No puedo evitarlo. Es mujer.
—No coquetees conmigo. No sea que me enamore de ti, y haga
una excepción y te lleve por la fuerza.
No puedo ver su cara. La cubre un manto oscuro. Pero juraría
que está sonriendo. Canta el gallo. Y la llama de la hoguera baila en la
chimenea.
Es Noche de Difuntos que ya quiere amanecer. ¿Y tú? ¿Eres un
fantasma o tengo que rezarte?
Estas historias se leen con avidez y también con un puntito de desazón, no sea que...
ResponderEliminarPorque si pudiéramos, si estuviera en nuestra mano, y salvo excepciones, alargaríamos el tiempo hasta el infinito.
Quizá haya un universo paralelo, una humanidad paralela, donde la vida, y no la muerte, sea eterna. Quizá.
Saludos
Gracias por su comentario, Carmen.
ResponderEliminarQuizá. ¡Quién lo sabe!
Un saludo.