Tiene veinte años y el poder de curar a la gente. Ha
recibido ese don porque puede hablar con los espíritus. Con nueve diferentes.
Ella les llama demonios. Atiende a personas enfermas en su casa, que le cuentan
sus dolencias. Después les hace esperar afuera y los espíritus se comunican con
ella para decirle qué tratamiento es el adecuado. Lo hacen a través del
teléfono. Le envían un SMS. Tiene que ser una marabú muy importante porque no
debe de haber mucha gente que tenga el número de móvil del diablo.
Hace tres meses, el diablo le pidió que dejase a su marido para irse con un
chico de catorce años, pero ella se negó. Entonces le ordenó que bebiera un
líquido que era ácido. Desde aquello, vomita
todo lo que come y ha perdido mucho peso, se encuentra muy mal y con dolores en el abdomen. Es probable que fuese ácido de
batería de coche, porque es frecuente atender tentaciones de suicidio por
haberlo ingerido con esa intención.
Hace unos días, los dolores se hicieron más fuertes y el diablo
le mandó acudir al hospital. Al atenderla en Urgencias, la ingresaron en la
unidad de ginecología. Tenía un aborto. Es posible que se lo hubiese provocado
ella misma. Le hicieron un legrado y la dejaron ingresada por una perforación de útero y porque presentaba
fiebre por paludismo.
Las otras mujeres ingresadas en la misma habitación de seis
camas estaban incómodas, asustadas. Un temor que fue creciendo con el paso de los días,
hasta hacerse sentir en el ambiente, cuando los médicos pasaban visita. El
pánico llevó a las demás mujeres ingresadas a pedirles que le diesen el alta.
Era una marabú –una bruja–. Creían que estaba poseída por el demonio y que las
iba a embrujar a todas.
Una mañana se tiró al suelo y comenzó a gritar,
retorciéndose y agitándose, como si convulsionase. Los chillidos se escucharon
desde el edificio de al lado, donde está el quirófano. No era una crisis
epiléptica. Tampoco una posesión demoníaca. En psiquiatría se ven con
frecuencia estos cuadros. Se les llama crisis de histeria.
Esa misma tarde la marabú se marchó. Les dijo a las
enfermeras que el diablo se lo había ordenado.
Desde Bebedjiá, Chad, el 1 de marzo de 2017.