domingo, 22 de junio de 2014

La vida del sueño.

Hay un sueño que tiene continuidad. Es como una serie. Por capítulos. Es tan real que a veces dudo de algunos recuerdos, que no sé si me han ocurrido dormido o despierto. Es una vida paralela.

Hoy ha vuelto a ocurrir.

Hace calor en este hotel de Málaga. Es lunes. Tengo una reunión de trabajo. Anoche me quedé dormido con el ordenador sobre las piernas, repasando la presentación. Hice el viaje en coche. Me gusta conducir y no me veo sometido al corsé de los horarios de los trenes.

Luis y Arancha son unos de mis mejores amigos. A Luis le conocí en la facultad de Económicas. Arancha apareció más tarde. Es más joven que nosotros. Hemos pasado muchas tardes de tertulia en su casa, en la mía. Son buenos conversadores. Me han arropado cuando he tenido dificultades y siempre me han dado buenos consejos en momentos de incertidumbre.

Me desperté con desasosiego. Aún rondaban en mi cabeza las últimas imágenes vividas mientras dormía, con esa sensación que no deja de fascinarme, de no saber seguro dónde me encontraba. De procesar despacio que era solo un sueño. Y esto fue lo que viví:

Esta noche estábamos reunidos en una comida familiar. Mis padres, mis hermanas, y varios amigos. Ocupábamos varias mesas redondas en el restaurante. No sé qué celebrábamos. Quizás el bautizo de mi sobrina –estas son las cosas que tienen los sueños–.  A Carmen, mi hermana mayor, se le veía radiante y feliz. A los postres, Arancha subió a la tarima que había al fondo del salón. El salón no era muy grande. Seis o siete mesas, quizás. Se acercó al micrófono esbozando una sonrisa y anunció que tenía que darnos una buena noticia.

–Enrique y yo vamos a tener un hijo, –dijo. Y me señaló con una mirada adornada de sonrisa.

Habló calmada, esperando a que se hiciera el silencio. Se sentía orgullosa de su estado. La alegría que transmitía contrastó con el estupor de los asistentes. Y con el mío. Yo ya sabía que estaba embarazada. Me lo había contado en otro sueño. Me había hablado de sus dudas de que fuese mío o de Luis. No éramos amantes. Solo amigos. De hecho nos veíamos poco. Fundamentalmente, de sueño en sueño, porque en la vida real nos resulta difícil coincidir. Veo más a Luis, con el que quedo a tomar una cerveza de vez en cuando algún día de diario al salir del trabajo. A ella la veo cuando me invitan a su casa a cenar, y la última vez fue hace casi un año. En los sueños, coincidimos más veces. Sé que una vez hicimos el amor. No hay detalles. Solo la imagen de su espalda desnuda rodeada por mis brazos, acostada sobre mí. Luego me contó lo de su embarazo. Debió ser en otra entrega de capítulo de esta doble vida onírica. Los recuerdos no son nítidos. Esta noche lo hizo público delante de todos. La primera cara que vi de estupor –mezclada con rabia; es un hombre muy tradicional y demasiado preocupado por el qué dirán– fue la de mi padre. Estaba sentado en otra mesa, cerca de la tarima desde la que Arancha nos dio la noticia. No crucé mi mirada con la suya, pero vi el gesto en su rostro antes de que lo girase hacia mí, y pude sentir sus ojos clavados como puñales. La primera persona a la que busqué con la mirada fue a Luis. Estaba dos mesas a mi derecha. Se había puesto en pie y se dirigía hacia mí. Instintivamente me levanté de la silla y caminé a su encuentro. Su rostro sereno esbozaba una sonrisa que acrecentaba la expresión de estupor de todas las cabezas dirigidas hacia nosotros. Al encontrarnos me dio un abrazo prolongado. Luego, sujetándonos aún por los hombros, me dio la enhorabuena.

–Arancha y yo hemos hablado mucho sobre esto, Enrique. Pudo habérmelo ocultado y prefirió ser sincera. Aprecio mucho su franqueza. Vuestro hijo puede criarse en nuestra familia, con el resto de sus hermanos, si tú estás de acuerdo, y con tu colaboración. Esto lo debéis decidir Arancha y tú. Mi casa estará siempre abierta para ti.

La escena se difuminó y reaparecí en una habitación con Aurora. Ambos estábamos de pie cara a cara. Aurora es mi novia, también en la vida real. Desconozco el motivo –en el sueño faltaban detalles–, pero no había acudido a la cena. Ahora me tocaba darle la noticia que, estaba convencido, le iba a disgustar. Sus ojos lo decían todo. Más de una vez me ha mirado así. Con una mezcla de dolor, admiración y aceptación. No creo que nadie me haya amado jamás de forma tan sincera, tan generosa, tan desinteresada. A medida que ha ido descubriendo mi manera de ser, ha ido encajando aquellas facetas de mi carácter que podían ser menos atractivas, aceptándome y deseándome tal y como soy. Sin pretender cambiarme. –“Te quiero, aunque te rodees de mujeres a las que, sin querer o queriendo, seduces; y me sigues encantando”–, me dijo en una ocasión mirándome con toda la profundidad de esos ojos sinceros en los que se puede leer hasta el fondo de su alma. Ahora su mirada también era de aceptación.

–Es contigo con quien querría tener ese hijo, Aurora.

–Lo sé, Enrique. Y yo sigo queriéndolo también.

Aquí es donde la luz que se filtraba por la ventana, y el ruido de un martillo neumático abriendo una zanja en la calle, me difuminaron las imágenes del sueño y tiraron de mi consciencia hacia este lado exterior de la mente. Lo último que vi antes de recuperar la lucidez, fueron los labios de Aurora fundiéndose con los míos.

Ahora estoy aún en la cama meditando sobre todo esto. Me siento más tranquilo sabiendo que Aurora no va a pasar este trago en la vida real. Y mucho más, al no tener que empezar a acudir a casa de Luis y Arancha en concepto de padre-padrino. No tengo nada claro que mi amigo hubiese encajado esta noticia con la misma deportividad a este lado de la realidad. También tengo la certeza de la imposibilidad de la noticia. Nunca me he acostado con Arancha y, a pesar de que es una mujer muy atractiva y de esa fama de seductor que no se corresponde con el concepto que tengo de mí, nunca he sentido la tentación ni el deseo.

Tendré que esperar al próximo capítulo para saber si es niño o niña y cómo le vamos a llamar. Esto es lo malo de la programación de los sueños. Que no hay programación. No sabes cuándo emitirán el próximo capítulo y no puedes buscarlo en la red.

Y tendré que preguntarle a Arancha si ella recuerda cómo fue cuando hicimos el amor, pues yo solo guardo la imagen de su espalda. Ahora que me doy cuenta, no le he preguntado nunca por sus sueños si ella está soñando lo mismo. Tendría gracia que estuviésemos siguiendo la misma serie.

Y tendré que espabilarme, porque llego tarde a la reunión. 






5 comentarios:

  1. Mira tu que ya echaba yo de menos este tipo de relatos que tanto me entretienen, espero ansiosa el proximo sueño.
    Gracias :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti, Cris, por ponerme siempre un comentario. :-)

      Eliminar
    2. Genial se sigue el relato y te introduces en el, vuelve pronto a soñar....

      Eliminar
  2. Si empieza a ser un sueño repetitivo , atención, que guarda mensaje. Es un aviso.e
    El mu do de los sueños siempre me ha fascinado, hay veces qsueño q dentro del sueño estoy soñando. En mis sueños canto en voz alta, en ese espacio q separa el cosciente del subconsciente consigo oirme, me río, hablo y a veces hasta pido ayuda. Hay algunos tan fantásticos q me molesta despertarme y volver al mu do real. Otros son incordiosos, huyo de algo desconocido y al mismo tiempo amenazante. Ese día me levanto cansada, ha sido tan real... Ya nos cuentas cómo continúa. Un besk, tu prima

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola ca. En elrelato, el sueño que tiene Enrique no es repetitivo. Es como una serie de televisión. Por capítulos.
      Le diré a Enrique que nos tenga al tanto por si vuelve a soñar.

      Eliminar