domingo, 12 de junio de 2016

Camastros

Hay un hombre tumbado en un camastro desde el primer día que pasé visita por la planta de hospitalización de St. Joseph.
Todos están tumbados en camastros, en realidad.
La planta de hospitalización es un barracón con un pasillo en el centro. Las paredes del pasillo son un murete a cada lado que se eleva poco más de un metro del suelo. A ambos lados del pasillo se abren dos estancias en las que hay seis camastros en cada una. El pasillo atraviesa un tabique con una celosía en lo alto que separa otras dos estancias iguales, con otros seis camastros cada una. Esos camastros están numerados. Son las camas de hospitalización. Veinticuatro en total. Hasta la número doce –antes del murete alto–, las de las mujeres. Al otro lado del tabique, las de los hombres. No están todas ocupadas, afortunadamente.
En esos camastros hay gente tumbada o sentada. Los que están sentados esperan una operación programada –una hernia, por ejemplo–, o irse a casa. Los otros están convalecientes. Me he dado cuenta de que puedes saber la evolución de cada paciente, solo fijándote en la actitud que mantienen en el camastro. El miércoles operé a un hombre que tenía una isquemia intestinal por un vólvulo.
Una isquemia es un infarto, un trozo de carne muerta. Una parte del intestino, en este caso. Un vólvulo es un palabro que empleamos para decir que el intestino se ha retorcido sobre sí mismo. Una isquemia intestinal es algo muy serio. Muy grave. La gente se pone muy mala cuando se le infarta el intestino. Casi tanto como cuando se le infarta el corazón. O más. De un infarto de corazón se puede salir más o menos espontáneamente o ayudado por unas medicinas. Según la extensión del infarto (la cantidad de músculo del corazón que se haya muerto). De una isquemia intestinal, no. Si no te operan, te mueres a los pocos días. Si te operan, puede que también. Cuando se infarta el intestino, todos los gérmenes que tiene dentro –que son muchos, no nos olvidemos que el intestino contiene caca–, se salen afuera, a la cavidad abdominal, y producen una peritonitis (eso suena feo, ¿verdad?), y al torrente sanguíneo, y producen una sepsis o shock séptico (tener bacterias circulando por la sangre no suele sentar nada bien).
Mi paciente tenía una isquemia. Le abrí el abdomen, le quité el trozo de intestino que tenía negro (un metro más o menos) y empalmé los dos extremos restantes con unos puntitos de sutura. Hasta aquí, lo que se hace siempre, en cualquier lugar. La diferencia está en que allí (en cualquier hospital de nuestro medio), el paciente en el quirófano está dormido, conectado a un tubo por el que respira, y con sondas y electrodos y tubitos por todos los lados que nos dan información puntual de la tensión, el pulso, la cantidad de oxígeno y de CO2 en sangre, lo que orina… En fin, que te permiten ir corrigiendo con medicinas los desequilibrios que se presenten, o anticiparte a ellos. Aquí no. Aquí, el paciente está “despierto”. Me explico. No está exactamente despierto. Está un poco dormido. Respira espontáneamente, no por un tubo (y más le vale porque, si deja de respirar, no hay respirador y hay que intubarle y ventilarle “a mano”). No está quieto: se mueve. Y tose. Y no le duele. Y le puedo operar. 

Cuando la operación termina, allí lo mandamos a la UVI. Allí es el lugar desde donde nos estás leyendo. La UVI es un sitio donde el paciente sigue conectado a todos esos tubos y cables –y puede que a alguno más–, para manejar todas las alteraciones, que son muchas, que se producen en tu organismo (riñones, pulmones, corazón…) después de que se te ha infartado un trozo de intestino, se han salido los gérmenes de la caca al peritoneo (a la barriga) y a la sangre, te han abierto la barriga (el abdomen), te han cortado y quitado ese trozo de intestino y te lo han cosido (por resumir).
Aquí, no. Aquí no hay UVI. En realidad, aquí no hay nada. Nada de nada. Bueno, sí: hay camastros. Y en el camastro se quedó el hombre postrado, mientras le pasaba a dentro de la vena un suerecito (agua con un poco de sal y de azúcar, que es lo que son los sueros), y un par de antibióticos.
No ha tenido fiebre. No ha dejado de orinar claro y abundante. No sale sangre por el drenaje que le he dejado (ni heces, que es peor, pero más probable). No se ha infectado la herida. Ha movido las tripas y ha empezado a tomar agua. No le he hecho ni un puñetero análisis. Tampoco tengo esa opción, ya que pocas cosas puedo determinar en el laboratorio. He seguido su evolución observando su posición en el camastro: la tarde después de la operación, estaba tumbado y postrado.
Hay un hombre tumbado en un camastro desde el primer día que pasé visita por la planta de hospitalización. No es este señor. Éste, la mañana del jueves, estaba sentado.
El hombre tumbado tiene diabetes, y dos infecciones muy serias en la espalda y en la mano. La diabetes favorece que aparezcan, y que no curen, las infecciones (el porqué es largo de explicar, y con lo de la isquemia ya está bien por hoy; el que tenga interés que lo mire en Google). Las infecciones hacen que se descontrole más el azúcar en los diabéticos, y requieran más insulina. Las heridas infectadísimas de la mano (gangrena) y de la espalda, no mejoran. Por eso sigue tumbado en el camastro. Si pudiera bajar el azúcar en la sangre, favorecería que las heridas evolucionasen mejor con las curas, pero no le baja. Necesita insulina. Pues bien: no hay insulina. No, no hay insulina. Sí, eso que se compra en las farmacias que viene en unas jeringuillas. Pues no, no hay. Y tampoco hay dónde comprarla.
Lo de los camastros, aunque nos choque y nos parezca poco estético, no es muy importante. Por aquí la gente vive así: en chozas, durmiendo en el suelo. Es su “modus vivendi”. Lo de la insulina, sí tiene importancia. Parece que va a ser su “modus morituri”
Va a perder la mano (voy a tener que amputársela). Con eso controlo una de sus dos infecciones. Pero no le puedo “amputar” la espalda, así que va a seguir tumbado en el camastro hasta el último día en el que pase visita por la planta de hospitalización. Salvo que se vaya él antes que yo. Que es probable.
P.D. No subo fotos. De los pacientes, sus tripas y sus manos infectadas, no, por razones obvias. De los camastros no, porque todo el mundo se hace a la idea de lo que es un camastro. De la insulina, tampoco, porque no hay: si tenéis curiosidad, podéis pedirla en la farmacia de debajo de vuestra casa.
Desde Bébédjia, el viernes 10 de junio de 2016.

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