Después de algunas peripecias en el viaje, llegué a Bebedjá
la tarde del lunes 6 de junio. Llevo tres días trabajando en el Hospital de St.
Joseph, y si pretendiera relatar todo lo que he hecho, sentido y pensado en
estos días, necesitaría una cafetera llena y toda la noche por delante para
velar al ordenador. No pienso hacer tal cosa porque me caigo de sueño y porque
mañana tengo que trabajar, así que voy a dar unas pinceladas solamente.
Somos seis los cooperantes que estamos aquí. Alex y Sylvia
son el matrimonio que se vinieron desde Méjico para trabajar en St. Joseph. La
verdad es que son unos valientes. Dejaron aparcados sus trabajos respectivos (y
sus ingresos), se cruzaron el charco hasta Madrid, y después hicieron el viaje
de 24 horas hasta aquí. Han trabajado muy duro, luchando con las dificultades
del idioma, las del medio en el que estamos, y una sobrecarga terrible de
actividad. Sobre todo, desde que Carmen –nuestra anterior médico colaboradora–
y sor Elisabeth –la cirujano-ginecólogo-obstetra-traumatólogo a tiempo
completo que soporta el peso del hospital– se marcharon a mediados de mayo.
Sylvia es la luz del hospital, porque ilumina el lugar en el
que está con una sonrisa perenne, una palabra suave y amable, sin alterarse
nunca aunque le pueda el cansancio. Es médico de familia y de urgencias, y ha
sido quien ha atendido las urgencias obstétricas y realizado las cesáreas hasta
que hemos llegado Anita y yo.
Alex es un anestesista todoterreno, con una gran fuerza interior. A pesar de las
dificultades con el idioma, se maneja por todo el hospital como pedro por su
casa, ayudando a su mujer y a quien se ponga por delante. Esta mañana me ha dormido
a una bebé de 4 semanas con los rudimentos anestésicos que tenemos aquí para
operarle de una ránula de gran tamaño que le empujaba la lengua hacia delante,
dificultándole mamar.
Sara es farmacéutica, enviada por la fundación El Alto.
Lleva varios meses y dirige la farmacia del hospital. Le he dado trabajo extra,
pidiéndole que haga inventario y clasificación de los medicamentos que nos han
donado y que han venido en nuestras maletas.
Jacobo es un óptico traído por Ilumina África, una ONG que
mantiene una óptica permanente en St. Joseph, que es la única en más de cien
kilómetros a la redonda, y que organiza campañas quirúrgicas oftalmológicas dos
veces al año.
Anita, ginecóloga formada en Alcalá de Henares, que me ha
acompañado en este viaje, es una mujer entusiasta y llena de vitalidad, con
gran carácter y capacidad de trabajo, y que habla francés con la soltura del que
es su lengua materna, por lo que es mis oídos y mi boca desde que salimos de
Madrid.
Hay mucho trabajo día a día. Hemos operado bastante en estos
tres días y ya tenemos parte programado hasta mediados de la semana que viene.
Sin contar con las urgencias que puedan surgir.
Otro día hablo más del tipo de trabajo y de medicina que
hacemos. Hoy he preferido hablar de las personas que lo sacan adelante desde
aquí.
Daniel Huerga.
Desde el Hospital de St. Joseph; Bebedjia, el 8 de junio de
2016.
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